Friday, March 29, 2024
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Ricordando Nati

È morta a Cuba, all’età di 89 anni, Nati Revuelta, ai più nota come “l’amante di Fidel Castro”, o come la “madre di Alina”, la figlia ribelle del gran padre della rivoluzione cubana, protagonista d’una rocambolesca fuga da Cuba nel 1993. Nati è però stata molto più di questo. È stata una donna coraggiosa e coerente che ha accompagnato – più per amore alla giustizia che, come troppi credono, per amore a Fidel – tutta la lotta contro Batista. E che, affermatasi la rivoluzione, ha paradossalmente pagato, proprio in quanto “amante di Fidel”, prima il perbenismo che sempre ha permeato il progressivo affermarsi del castrismo, e poi il gran “peccato” della fuga della figlia. Ecco come, su “14ymedio” – il giornale on line diretto da Yoani Sánchez, la ricorda Regina Coyula.

 

Naty Revuelta algunas notas para una biografía incompleta

Regina Coyula, La Habana | Marzo 02, 2015

Natalia_Revuelta_Clews

Bella, inteligente, acomodada –como la retrató Félix de Cossío en traje de fiesta–, Natalia Revuelta Clews colaboraba con el Partido Ortodoxo cuando el 10 de marzo de 1952, al conocer del golpe de Estado de Batista, de camino a su trabajo como ejecutiva en la Esso Standard Oil, mandó a hacer dos juegos de llaves de su residencia del Vedado: uno para Millo Ochoa, líder del Partido Ortodoxo, y otro para el también ortodoxo Fidel Castro. Hacerles llegar las llaves era ofrecerles un lugar seguro en caso de peligro. Fidel y Naty no se conocían aún personalmente, pero aquella acción marcaría el resto de su vida.

Un título universitario, tres idiomas hablados con soltura y una sólida cultura le hubieran permitido desempeñar cualquier actividad; quedó sin embargo relegada a la burocracia intermedia, siempre bajo el lastre de su relación adúltera con Fidel –prejuicio pequeño-burgués dentro de la revolución marxista–. Ella siguió adelante tratando de ser útil.

La conocí a través de mi marido, con quien la unía medio siglo de amistad, fuimos amigas por encima de las diferencias enormes que teníamos en asuntos de política. Nuestras conversaciones estuvieron salpicadas de desacuerdos, pero nunca permitimos que esas diferencias empañaran la buena relación.

Muchos la conocieron como “la madre de la hija de Fidel” y es fácil suponer que tuvo privilegios de amancebada. Todo lo contrario, el costo personal y social fue enorme. Entre algunas cosas, Naty empeñó sus joyas para sufragar en parte la acción del asalto al Moncada y, al triunfo de la Revolución, entregó su casa (hoy residencia diplomática) y se mudó a una vivienda más pequeña. La sociedad a la que pertenecía nunca le perdonó; a sus hijas les tocó pagar la ruptura de la familia que conocían. Se sabía responsable de la distancia de sus hijas, y jamás dijo de ellas nada que las demeritara; al contrario, se sentía feliz con los logros de ambas y especialmente orgullosa de su nieta.

Fue en mi casa donde vino a desahogar la humillación de haber sido excluida de las actividades por la liberación de los asaltantes al Cuartel Moncada. También le retiraron el plácet para los actos del 26 de julio a pesar de ser la tercera mujer con la condición de moncadista. Todo luego de la huida del país de su hija Alina.

Naty me entregó los originales completos de la correspondencia cruzada entre ella y Fidel Castro durante los casi dos años de presidio en Isla de Pinos

La vida muchas veces se hace con sustituciones. Naty era presencia obligada en lanzamientos de libros, conciertos o exposiciones; invitada siempre a las actividades de las sedes diplomáticas de España, Holanda o Estados Unidos; colaboradora de la Biblioteca Nacional o de la Fragua Martiana. En sus últimos años se hizo asidua de una peña histórica en el Centro Cultural Dulce María Loynaz y dedicó muchas horas a leer y seleccionar dentro de lo que le llegaba al correo electrónico para reenviar los artículos y noticias que fueran del interés de sus amigos. Ese reenvío llegó a abrumarla, pero consideraba un deber compartir aquellas informaciones que luego le agradecían.

De la confianza que Naty llegó a tener en mí habla que hace como diez años me entregó los originales completos de la correspondencia cruzada entre ella y Fidel Castro durante los casi dos años de presidio en Isla de Pinos y luego en México, para organizarlos cronológicamente y transcribirlos en formato digital. Fueron semanas de trabajo desentrañando con lupa la caligrafía apurada y apretada de las cartas procedentes del Presidio Modelo; las de Naty en cambio, fueron muy fáciles por estar mecanografiadas. Cartas de las que todo el mundo ha oído hablar pero muy pocos han visto y que Naty, consciente del valor de esa papelería, nunca entregó a la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado ni quiso que se las publicaran en vida. Ahora, las editoriales importantes empezarán la puja con su hija Alina, fruto de aquella relación y heredera de la correspondencia.

Detrás de todo el interés mediático que siempre despertó, Naty fue una mujer que pagó por sus decisiones y que fue leal, no a Fidel Castro como muchos piensan, pues con los años supo separar al hombre público del privado, sino a la idea de justicia social con que identificara el triunfo de la Revolución de 1959.

Como cualquier ser humano, tenía defectos y virtudes. Cada cual tendrá su propia Naty Revuelta, un personaje digno de la literatura.

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